martes, 20 de octubre de 2009

Murieron con las botas puestas (1941) *****


Leo el No Me Judas Satanás del mes de septiembre que la revista Popular 1 dedica a Errol Flynn y recuerdo cuando niño vi la película de Raoul Walsh en Sesión de tarde quedando en mi recuerdo grabado el dramático final. El resto del metraje lo tenía olvidado. Inicio la búsqueda. La hallo en pocos días. Comienzo a verla y me extraña que sea en blanco y negro. La escena del cerco en la batalla de Little Big Horn la evoco en color. Me informan que el film años ha del estreno sufrió un proceso de coloración, versión que emitiría TV1 aquel sábado o la memoria me juega una mala pasada. No importa. La rimbombante y cómica entrada-presentación de George A. Custer (Errol Flyn) en la academia de West Point engancha a cualquiera. Aunque le vaya costando la expulsión. Durante el curso se convierte en el peor alumno de la historia de la Institución superando a quien hasta entonces portaba tamaño deshonor Ulysses S. Grant (Josehp Crehan), futuro presidente de los EEUU. Su gallardía, montura de caballo y destreza con el sable unido a una fe ciega en sus posibilidades que roza la fanfarria le conceden el favor de la tropa. Su coraje y valor en el campo de batalla contra los sudistas le conducen a un progresivo ascenso que le convierte a la finalización del conflicto en héroe nacional. Su presencia y belleza atrapan a Lili Bacon (Olivia de Havilland) con la que contrae matrimonio. Los tiempos de paz sumen a nuestro hombre de acción en un tedio que le lleva a sumergirse en la bebida añorando hazañas pasadas. El traslado a la frontera con los pieles rojas en Fort Lincoln sube la moral del general, abandona el alcohol, crea y organiza el famoso séptimo de caballería y acuerda amistosamente con el jefe sioux Caballo Loco (Anthony Quinn) respetar las colinas donde descansan sus antepasados. Esta tranquilidad no conviene a comerciantes como Ned Sharp (Arthur Kennedy) inmerso en la venta de armas a los indios, disminuye los beneficios. Argucia una treta con la invención de la aparición de pepitas de oro en los terrenos en que asientan los indios, rompiendo el pacto. La guerra es inminente. La superioridad numérica india palpable. El resultado inevitable. Al general Custer conocer su destino no le impide enfrentarse a él con la caballerosidad y el honor propio del Séptimo. Le espera la gloria. Con las botas puestas.

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