Año 2017. El sistema presidiario estadounidense está en manos de la corporación privada Men-Tel que recibe del gobierno 27 dólares por preso. En pleno desierto de Arizona treinta y tres plantas subterráneas y agrandando la construcción con el trabajo de los encarcelados se encuentra una de las cárceles de máxima seguridad. Dirigida por un potente ordenador, llamado Zed-10 o la "gran madre", emplea para controlar la conducta de los enchironados un avanzado sistema inteligente de seguridad psicológica capaz de vigilar los sueños, manipular imágenes y pensamientos o trastornar el cerebro sumiendo al individuo en un estado vegetativo. EEUU es un país superpoblado con estrictas medidas de control de la natalidad resumidas en un único embarazo por mujer. En caso de más concepciones las criaturas quedan en poder de Men-Tel, destinadas a la creación de robots humanoides sin necesidades fisiológicas, sin sentimientos. El aborto está prohibido. El condecorado capitán boina negra John Henry Brennick (Christopher Lambert) y su esposa embarazada, la soldado Karen B. Brennick (Loryn Locklin) son detenidos al intentar eludir un control de carretera y enviados a la prisión de máxima seguridad de la que intentarán escapar. Pobre visión futurista y un tanto apocalíptica del director Stuart Gordon en la que la superpoblación, la escasez de agua y alimentos y la peligrosa robotización de la sociedad deparan un mundo incierto, con un mediocre y poco creíble Lambert en el papel de condecorado militar encarcelado que lucha por escapar. Destacar los conseguidos efectos especiales a cargo de Praxis Film Works.
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